En gran parte, la existencia se ha venido enfocando únicamente en la riqueza material. El dinero se ha convertido en el centro de atención en todo el mundo y, a consecuencia de ese enfoque, el planeta mismo se ve amenazado por los efectos sobre la ecología. Sin embargo, el racionalismo económico de la sociedad siempre ocupa el primer lugar. Las necesidades del planeta en términos de población y equilibrio ecológico siempre van en segundo lugar, aunque en las últimas tres o cuatro décadas ha habido una concienciación cada vez mayor sobre los daños ecológicos.
Por lo que puedo ver, toda esta búsqueda de dinero, bienes y medios de supervivencia proviene de dos ideas básicas: queremos ser felices y creemos que somos un cuerpo que necesita sobrevivir. Todos queremos la felicidad, pero creemos que podemos obtenerla con una buena botella de cerveza, una copa de vino, una nueva pareja, nuestra alma gemela o un poco más de dinero.
¿Estas cosas realmente nos hacen felices? Tal vez, durante un corto periodo de tiempo, se disfruta al conseguir algo material: “¡Oh, qué gran fiesta! Ahora soy, definitivamente, un poco más feliz”. Esperar que algo externo nos haga felices es un anzuelo que los seres humanos hemos creado para nosotros mismos y que nos mantiene siempre dependientes de nuevos deseos.
Pero es sencillamente imposible que la verdadera felicidad venga del exterior. Piensa en lo hermoso que es esto; significa que puedes encontrarla ahora mismo, porque ya la tienes. Si solo te detuvieras un momento, la encontrarías. Está ahí, esperándote, y todos los esfuerzos por encontrarla en otro lugar solo te alejaran más de ella.
El dinero, en su esencia, no tiene nada de malo; es una herramienta que la humanidad ha inventado, pero que se ha convertido en una obsesión por este miedo que tenemos a no sobrevivir. Y, de hecho, ninguno de nosotros va a sobrevivir. Si te ves a ti mismo solo como un cuerpo, no vas a sobrevivir. Si te ves a ti mismo como el Ser eterno, entonces estás aquí eternamente, por los siglos de los siglos. El Ser eterno es un fenómeno absolutamente constante y que nunca cambia.
Esta parte esencial de nuestra naturaleza no se ve afectada en absoluto por cuestiones de supervivencia. Si llegamos a una comprensión profunda del Ser eterno, entonces el nacimiento y la muerte no existen. En presencia, en consciencia, no hay ningún lugar adonde ir ni hay nada que adquirir.
Somos la felicidad misma y no cuesta nada. Todo nos ha sido ya dado. La existencia siempre cuida de nosotros, a pesar de que lo que pensamos es que “tengo que hacer mi vida, y si no hago mi vida, no va a funcionar”. Puede que no funcione de la manera que habíamos planeado o de la manera que esperábamos, pero lo importante es estar presente en tu vida, la vida que realmente está sucediendo.
Estamos tan acostumbrados a tener el control, o a querer tener el control de nuestras relaciones, nuestros trabajos, nuestros ingresos, de toda nuestra vida. Es un hábito; es lo único que conocemos. El controlador es el falso yo, ese “alguien”. Cuando dices “no” desde este falso yo, puedes sentir la energía de la contracción en tu cuerpo. Decir “sí”, sin querer cambiar nada, es entregarse a la vida tal como es. Puedes sentir la expansión en tu cuerpo. El “sí” te permite disolverte en la vida, en lo que es.
Este tipo de aceptación es muy peligrosa porque conduce a la deconstrucción del ego. La forma más rápida de renunciar es decir “sí, sí, sí”; incluso en situaciones en las que te gustaría decir “no”, especialmente en situaciones en las que te gustaría decir “no”. Esto es extremadamente difícil porque siempre llegarás a un punto en el que no serás capaz de decir “sí”.
Estos desafíos se presentan todos los días. La mayoría de ellos son bastante pequeños, pero si entras en el hábito y el fluir de decir “sí”, comenzarás a vivir en una aceptación de lo que es, sin importar cuál sea la situación. “Sí” se siente como una liviandad o una expansión en el cuerpo. Esto te llevará a la felicidad que te está esperando en tu interior.
La felicidad natural es, en realidad, quienes somos. Es la misma naturaleza que la de los pájaros cantando. Cuando los niños pequeños juegan juntos se sienten felices; cuando construyen sus castillos de arena en la playa y vienen las olas y los destruyen, también se sienten felices.. En realidad, no es nada complicado. Esta alegría es natural; solo tenemos que tomar contacto con ella. Lo único que impide este contacto es todo el condicionamiento de nuestra mente que nos dice que la vida debe ser de cierta manera.
En el mundo de la dualidad, es decir en el juego de dos, la felicidad y la infelicidad están absolutamente conectadas, pero puedes salir de todo este juego y, entonces, ya no hay problema al respecto. En realidad, tampoco hay ya felicidad. Hay una profunda y continua sensación de bienestar o sustento y ese fondo no se ve afectado por la felicidad o la infelicidad. No te sientes mejor si estás feliz o peor si eres infeliz. Esta cualidad lo acepta todo. Es tu naturaleza y es algo muy común.
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